Laberintos de sangre o católicos por el derecho a reprimir

Nunca podré siquiera acercarme a Guillermo Sheridan. Ya sé que no debería compararme abiertamente con nadie, pero con sinceridad me digo que no hay manera de seguir escribiendo un blog cuando la genialidad de otro es tanta; sin embargo, como soy un cínico profanador, continuaré maldiciendo mi falta de talento en las páginas de blogger.
La autoestima católica
Ha sido una jornada llena de sobresaltos, de entrada por las reacciones de la comunidad católica en los medios ante el fallo de Las Supremas (como se les conoce desde ahora a los miembros de la Tremenda...) No hay duda de que en México la religión católica sigue creyéndose única e incuestionable, la religión y no los católicos, porque en nombre de ella emiten sus juicios la mayoría de los nuevos abominadores de la Corte. Sospecho que los católicos nunca aprederemos a respetar las creencias de los otros, sería mucho pedir para una fe que proclama el amor al prójimo como a uno mismo.
Astucia: la banda de los hermanos de la hoja. La película
Hace mucho tiempo escuché en algún lado que la adaptación cinematográfica del clásico de Luis G. Inclán no era tan mala, a pesar de ser una producción mexicana de la década de los ochenta. El filme, dirigido por un tal Mario Hérnández a quien reconozco por los créditos de alguna cinta de Vicente Fernández, recurrió a la voz y figura de un Antonio Aguilar, que, ante la imposibilidad de parecer de veinte a sus sesenta y tantos, heredó a su hijo homónimo el rol estelar de Lorenzo Cabello, alías Astucia. La película incluye además de a la Chiquitibum (justo un año antes de su consagración en el mundial de México) una larga lista de etcéteras entre los que cabe destacar unos diálogos aparentemente muy fieles al texto original y eficazmente reproducidos por los actores.
La historia es apasionante, cuenta una serie de venganzas y traiciones entre las que a menudo se cuela el nombre del dictador más odiado de nuestra historia. Sin duda, las aventuras de los hermanos de la hoja (creo que se refiere tanto a la hoja del tabaco como a la de la espada) nos remiten a muchos de los episodios que actualmente pueblan las primeras planas de los periódicos, pero también, y ante todo, nos muestra, quizá, la génesis de nuestra descomposición: en el momento en que las leyes dejan de servir para todos, los hermanos de la hoja deciden tomar la justicia por su propia mano, en principio con buena fe, pero paulatinamente transformándo su hermandad en un laberinto de sangre del que nadie, ni siquiera un héroe, podrá salir jamás.

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