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La "París" de América

  El ferrocarril de Cuernavaca corría en medio de las más profundas tinieblas. Me despertó el silbido de la máquina que anunciaba nuestro próximo arribo a la ciudad de los palacios. Pasamos por Ciudad Universitaria, pero todavía era un páramo de cenizas volcánicas. Me asomé por la ventanilla para sentir la caricia del viento, pero para entonces ya no podía sentir nada. El único sentimiento posible era la nostalgia. La locomotora se detuvo en la estación de Buenavista y los pasajeros bajamos como si nada, como si el viaje que acabábamos de realizar fuera cosa de todos los días. Pero yo sabía que aquel viaje había sido especial, aunque los tripulantes disimularan y quisieran hacerme creer que no tenía la menor importancia.  Estaba ahí para buscar a la doctora Clementina Iturbide, vilmente envenenada por una mente criminal que todavía andaba suelta por el mundo. Pero su castigo no había hecho sino comenzar. "Ahora sí que me has perdido para siempre", dije, recordando mi último s

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