Matrimonio sin mortaja

Soy un hombre felizmente casado. Llevo dos años esperando que Perla cuelgue los tenis pero no parece tener prisa ninguna. Seré honesto. Ultimarla me ha pasado por las mientes más de una vez. Pero ¿who has the time? Este estúpido matrimonio consume todo mi tiempo y mi energía. ¿Puedes creer que la maldita anciana corrió a toda la servidumbre? No me doy abasto con el quehacer de la casa. Evidentemente no me dan los lomos para dejarla tan limpia como debería pero Perla es tan perezosa que ni siquiera de eso se da cuenta. Pasa de todo olímpicamente. 
Claro, cuando tiene el capricho de que limpie las ventanas por fuera, me veo obligado a subirme a un andamio como en las películas de Capulina. Esto no es vida pero soy un inútil que sólo sabe escribir novelas. De algo tenía que vivir. La verdad es que debería dar gracias a dios porque encontré a una ruca con ganas de mantenerme. A estas alturas ya no tendría la misma suerte. He cumplido treinta y cinco años y el declive es inminente. Al rato seré yo quien mendigue amor en las calles como una pordiosera de besos. ¡Qué triste destino el de los escritores en este país!
He dejado de escribir durante tanto tiempo que ya ni me acuerdo qué estaba escribiendo antes de esto. Seguramente alguna novela absurda donde me retrataba como un joven delincuente del amor. Pero eso ha pasado a segundo término en mi vida. Necesito una nueva motivación.
No pienso volver a la escuela porque sería patético pretenderme un estudiante a estas alturas. 
Quiero ser libre. Escribir, por ejemplo. Cómo diablos llegue hasta aquí.

Comentarios

Entradas populares