Me come la noche

-¿Te sientes mejor?
-Sinceramente no entiendo cómo es que sigo vivo.
-Fue un milagro. Pero afortunadamente ya estás bien. Estás a salvo. No te aguantes las ganas de llorar.
-Tengo algo que se llama dignidad masculina. No puedo llorar delante de usted.
-¿Por qué no? Podría ser tu madre.
-¿Es en serio? No se ofenda, Perla, pero usted podría ser mi abuela... Mi abuela era más joven que usted.
-Acabo de salvarte la vida y ahora quieres que te mate.
-Perdone. A veces me dan brotes de sinceridad. No puedo contenerme. Tal vez sea lo último que diga esta noche... Maldita sea. ya estoy llorando. Gracias, señora. Le debo más que la vida. Nunca olvidaré lo que usted ha hecho por mí.
-Me gusta tu cara frente al peligro. Te ves tan vulnerable. Dan ganas de protegerte. De rescatarte.
-Pero se suponía que yo la rescataría a usted. Yo soy el héroe de acción.
-No me hagas reír.
-No se estará enamorando de mí, ¿verdad señora?
-No seas ridículo. A mí edad no se puede estar enamorada.
-Es que me mira de un modo muy extraño. Hasta perverso, diría yo.
-¿Te parece?
-Absolutamente. ¿Me regala un pañuelo? Gracias.
-No puedo negar que estoy excitada. Pero no te preocupes. No quiero ser tuya esta noche. Quiero que seamos siempre muy buenos amigos. No arruinaría nuestra amistad con una vileza como el sexo.
-El sexo no es malo.
-Piensa por un momento en cómo nos sentiríamos al terminar...
-Sería horrible.
-¿Te das cuenta?
-Pero la mayoría de las veces la gente no piensa en eso. Sólo obedece a sus instintos. Es el imperio de la genitalia.
-No quiero morirme, Aldo.
-Es la ley de la vida...
-No cantes. Cantas horrible. Y esa canción me trae muy malos recuerdos.
-¿Tuvo usted un amor tan grande que dejó de existir?
-Muchos.
-¿Y todavía se acuerda de ellos?
-Quisiera ser joven. Como tú. Mirar el peligro con esos ojos inocentes.
-¿Ojos inocentes? Por el amor de Dios, ¿qué está usted diciendo?
-Me gusta tu piel lozana. Tu cabello negro. Tus ojos inocentes.
-Y dice que no está enamorada de mí. A otro con ese cuento.
-Eres un niño.
-Y usted casi una pederasta consumada.
-Me encanta el olor de tu juventud.
-No me diga que es usted guampira... Porque hasta ahí podíamos llegar.
-¿Quieres que te chupe la sangre?
-Me daría miedo que sus colmillos se quedarán pegados a mi cuello.
-Estúpido.
-No me lo tome a mal. Sus dientes son hermosos. Supongo que le salieron muy caros.
-Has arruinado el momento.
-Es lo mejor para los dos. La verdad yo también quería ser mordisqueado, pero usted sabe que debemos esperar.
-Esperar a qué. ¿No te das cuenta de que mañana podría estar muerta?... Tú mismo pudiste haber muerto esta noche... Pero estamos vivos. Y esta noche nos ha arrastrado en su vértigo.
-¿De verdad quiere que la deje beber de mi sangre?
-Quiero ser joven otra vez. Al precio que sea. Aunque tenga que acostarme contigo una y otra vez. No me importa.
-Ahora es usted la que ha arruinado no sólo el momento sino mi erección. Y esa ya no es tan fácil de recuperar. Aunque usted me vea de veinte, ya no me cuezo al primer hervor. Además, no me crea tan fácil. ¿Usted cree que voy a entregarme nada más porque sí, sin haberme protegido? Si usted no me ofrece matrimonio, y por bienes mancomunados, ni en sueños le dejaré mordisquearme la oreja. ¿Me oye?... ¡Ni en sueños!... ¿Doña Perla?... Doña Perla, no se duerma... Bueno, mientras no esté muerta, creo que todo está bien... Yo también tengo un poco de sueño.

Comentarios

Entradas populares