Doktor Faustus: el abismo plutónico

La Segunda Guerra Mundial se convirtió en el juguete favorito de los escritores en el siglo XX. No hubo pluma que no se sintiera siquiera tentada a someter ese videojuego al más fiero escrutinio. Thomas Mann, en su búnker residencial, asistió al diseño y lanzamiento del juego más famoso de todos los tiempos.


Serenus Zeitbolm, el narrador de Doktor Faustus, podría ser un personaje de Juan Villoro. Serenus, como Mann, vivió la guerra en calidad de testigo. La biografía del testigo es necesariamente la de otro, el protagonista de la vida que ha decidido no vivir. Sergio Pitol ha escrito que Mann decidió llevar una vida testicular, ser la sombra de su obra. Nadie podría reprocharle decantarse por Adrian Leverkühn en detrimento de convertirse en una comparsa del nacionalsocialismo. Thomas Mann no tenía necesidad de beberle los alientos a ningún dictadorzuelo. Su buena estrella le permitió encerrarse a escribir el mundo.


Mann, como los grandes novelistas de la historia, puede ser considerado un demiurgo, pero el narrador de Doktor Faustus no es más que una simple rémora de su amigo Adrian Leverkühn, la garrapata intelectual que se cree con derecho de contar una vida que no es la suya. Los narradores todos podrían encajar en esa clasificación y, sin embargo, siempre habrá alguien que los disculpe en nombre de la dificultad que entraña reordenar el universo. No hay disculpa posible: un narrador es una alimaña insoportable que pretende saberlo todo.


El ascetismo entre los narradores no es novedad, pero Doktor Faustus no sólo es narrada sino protagonizada por un eremita intelectual. Adrian Leverkühn es un ermitaño tan recalcitrante como su amigo Serenus, o quizá más, aunque pertenece a un bando distinto. Mientras Serenus es un humanista de hueso colorado, un docente sin mancha de protagonismo, Adrian es un artista, un asceta de signo diabólico. A diferencia del Fausto de Murnau, un sabio manchado de egoísmo y vanidad, el Fausto de Mann es un hombre poseído por el maligno desde la infancia. Su larga entrevista con el demonio hacia la mitad de la novela es el típico caso de un desdoblamiento de la personalidad. En Doktor Faustus, el demonio es el genio del artista. Mann cifró en su protagonista el conflicto que lo habitaba: renunciar a la vida, incluso al amor, para consagrarse al dictado del genio. El amor redentor del Fausto de Goethe es una maldición en el universo de Leverkühn. El Fausto de Mann pudre todo lo que ama.


El narrador, Serenus Zeitblom, hace correr en líneas paralelas la historia de su amigo y la de Alemania. La decadencia física y moral de Leverkühn coincide con el hundimiento de la sociedad alemana. Adrian Leverkühn es una métafora para designar el espíritu alemán (la lengua, la música, la arquitectura) cuya defunción marca el ascenso del nacionalsocialismo. Serenus Zeitblom vio en los esbirros del nacionalsocialismo a los asesinos del espíritu alemán. Ellos nunca estuvieron de acuerdo.

Comentarios

Entradas populares