VII

Tienes que decírselo. No te hagas la tonta, deja de ocultarte en esa timidez impostada que no te queda bien. Ese hombre no se merece que lo engañes de esa manera. Él está enamorado de ti. Tú nunca podrás quererlo. ¡Díselo! Acaba de una vez con esta maldita farsa que amenaza con hacerlos infelices por el resto de sus vidas. ¡No lo amas, nunca lo amarás! ¿Es tan difícil entenderlo? Sería un crimen que te casaras sin amor. ¿Qué clase de mujer eres? Tu madre no te inculcó esa desidia de tintes perversos. Tal vez lo aprendiste de ese miserable que te fastidió la existencia. Su sombra pesa ignominiosamente sobre tu relación con Mario. Lo sabes mejor que nadie. No intentes engañarte a ti misma. Es lo peor que puedes hacer en estos momentos de zozobra y crisis. ¡Decídete! ¡Díselo!

¡No llores, Irma! ¡CON UN DEMONIO! Estoy harta de tus lágrimas de cocodrilo. Si quieres prenderles fuego a sus vidas, adelante. No seré yo quien te detenga. Pero te juro que te vas a arrepentir. Cargarás toda tu vida con la pesada cruz de un hombre al que no amas, que no te interesa. Admítelo. Mario no es para ti. Nunca lo ha sido. Lo ves como una tabla de salvación, pero es una infamia que le eches a perder la vida de esa manera sólo para huir de tu desgracia. ¿Por qué no puedes ser paciente? Has soportado veinte años la tiranía familiar, el aire enrarecido y fétido que se respira en esta casa. ¿Qué te cuesta esperar un poco más?

Tu príncipe azul puede aparecer en cualquier momento, pero no será como Mario, en nada va a parecerse a él. Es un hombre al que has soñado subterráneamente. No te has dado cuenta de que lo has ido moldeando con el paso del tiempo. Sabes a quien me refiero. ¡No finjas! Todas las noches antes de acostarte sueñas con su tierno abrazo, con su beso sincero y amoroso, con sus caricias tibias sobre tu frente cansada de agravios. Ese hombre es tu padre. Viene a consolarte, a pedirte perdón por haberte dejado sola. Ese es el hombre al que necesitas ahora. Un guía espiritual, alguien a quien confiarle tu rabia. Sí, ya sé, es imposible encontrar un padre cuando hemos perdido al nuestro, pero ese hombre del que te hablo ya está muy cerca de ti. Sólo basta que aguardes unos días más, unos meses. La paciencia es buena consejera, Mimí, no desconfíes de ella. Te dará más satisfacciones que cualquiera de tus arrebatos pasionales. No necesito repetirte que la vida no es como las novelas. Aprende a ser práctica, desecha todas esas fanatasías que te corrompen el cerebro. Lo que tú necesitas es un maestro, una persona que escombre todo ese muladar que tienes en la cabeza. El amor puede esperar. El verdadero amor no se cansa de esperar.

Comentarios

Entradas populares