IV
Mañana se inicia un diplomado con una fulana desconocida en el Claustro de Sor Juana. Tengo que ir a fuerza porque se trata de guionismo para televisión. Ya sabes quién paga. Maravilla fue a su cita con el productor ese de Televisa y resulta que la atendieron sus lacayos sólo para aplicarle el tradicional luego te llamamos. Me purgó que no me haya llevado. Por más que le rogué que me dejara acompañarla, salió con el pretexto de que no era recomendable. No pude conocer por dentro las instalaciones de San Ángel. Esos pasillos donde algún día reinaré. En cambio, tendré que conformarme con la simpatía de los aspirantes a escritores que pululan por el maldito claustro. Sor Juana debió morir no por una epidemia, sino cuando descubrió, gracias a alguno de sus experiementos alquímicos, lo que auspiciaría su memoria. No voy a patear el pesebre de esta manera muy seguido, pero sospecho que Maravilla, la muy cretina, todavía me considera un aprendiz. No se da cuenta de que puedo darles las duras y las maduras a ella y a toda esa pléyade de manfloras con las que se ha estado juntando ultimamente. Estoy personalmente hasta la madre de sus conversaciones androfóbicas. Todo lo que huela a hombre les provoca náuseas. Comienzo a creer que me consideran un vil gay de clóset. No voy a darles el gusto de mancillar mi honor de esa manera. Conozco perfectamente a las hembras de su calaña. No conseguirán amedrentarme.
He descubierto una inquietante intriga en el manuscrito original de las "memorias" de Mimí Bechelani. Evidentemente, tengo severas dudas sobre la autenticidad del documento. Hasta donde voy, no parece un escrito de la época, además de que todas esas revelaciones escabrosas me parecen impensables en una mujer mexicana de cualquier tiempo. En eso estaba pensando justamente cuando comencé a leer esta mañana. Para mi terrible sorpresa, me encontré con un texto absolutamente distinto, de un estilo diametralmente opuesto al inicial, más cursi, mucho menos confesional, una especie de autobiografía azucarada con tintes moralizantes que para tu beneplácito no pienso reproducir aquí. Ya me están guardando el texto en un archivo de pdf. En cuanto lo tenga completo, te enviaré algunas partes para que me ayudes a analizarlas. Siempre he confiado en tu certera intuición para descifrar los móviles de la conducta femenina.
Por ahora sólo quiero reclamarte tus preguntas de la otra noche en el mess. Quién eres tú para burlarte de mis pasiones si eres el primero en huir cuando una mujer se enamora realmente de ti. Me he enterado del lacrimógeno melodrama que protagonizaste hace un año, mientras estuve en Barcelona, ante los pies de esa hetaira llamada Artemisa. Esa gorda medievalista no merece ni una sola de tus lágrimas, Pipuchis. ¡Olvidate de ella! Te lo digo por tu bien, antes de que su amor te acabe arruinando la vida. Saca de tu mente ese fundillo sucio y mal ventilado para entregarte a ese amor sincero y bienintencionado que te ofrece Minerva. Comprendo que un revolucionario como tú no quiera verse involucrado sentimentalmente con una adolescente protofascista como ella, pero no exageres, haber estado en el Colegio Militar no te convierte de inmediato en un ser de tinieblas. Dale una oportunidad. Conócela un poco más. Estoy seguro de que ella te ama mucho más que a su calibre cuarenta y cinco, mucho más de lo que esa maldita gorda podría amarse a sí misma en toda su putrida existencia.

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