Los cuarenta ladrones

¿Quién iba a saber que llovería tan temprano? Ninguno de los presentes llevaba un paraguas. Socorro se había puesto las primeras garras negras que se había encontrado en el ropero. Vamos a extrañar a Juanito, me dice todo mundo. Me pregunto quién lo va a extrañar más que yo. Ni siquiera su familia lo apreciaba tanto. Siempre lo tiraron de a loco. Para ellos, era un pobre viejillo ideático y nada más.

Socorro detesta mojarse en los entierros. No estamos en edad de andarnos empapando, me reclama de regreso. Nos va a dar una pulmonía y tú más que nadie deberías de cuidarte. Estás muy delicado desde la operación. Un día de estos nos vas a dar otro susto. 

No se atreve a decir que en el fondo nada le gustaría más. Que el próximo entierro donde se moje sea el mío. Parece que la estoy viendo, sus manos manchadas echando tierra sobre mi tumba. Ten cuidado con lo que deseas, Socorrito, porque se te puede conceder. ¿Qué harías sin mí? ¿Cómo podrás continuar?

Caminamos sobre un montón de piedras mojadas. Por estos rumbos, la ciudad de México se está cayendo de vieja. Mercenarios anónimos, sin traje ni corbata, membretes sin más, se dedican a vender condominios a sol y a sombra. Los nuevos edificios se levantan sobre las ruinas de la colonia como las catedrales se cimentaron sobre los antiguos centros ceremoniales. La nueva religión no adora otra cosa que la privacidad, la seguridad, el bienestar. Esos enjambres de piedras mojadas no se parecen en nada a la mugrienta vecindad donde vivía mi compadre Juanito. Era un estercolero, en esos lugares vivía gente de lo peor. ¿Por qué sentimos nostalgia? Nos sentíamos más humanos. Tal vez vivíamos con los ojos cerrados. Me pregunto quién nos abrió los ojos. ¿Para qué?

Juanito era necio, Buñuel sacó el cine mexicano a las calles, pero si Alejandro Galindo ya había filmado Esquina bajan....

-¿De qué me hablan? Esquina bajan fue filmada totalmente en estudio. Todas las escenas dentro del camión fueron filmadas en un  estudio. No le den más vueltas. Buñuel trajo la civilización al cine mexicano. Sus películas son más modernas que ninguna. El cine mexicano debería rendirle pleitesía...

-¿Más? Para muchos jóvenes, el cine mexicano clásico empieza y termina en Buñuel. Para ellos no existen ni Pedro Infante, ni Jorge Negrete, ni Pardavé, ni Galindo, ni Bracho, ni el Indio, ni Ismael Rodríguez, ni nadie...

-A ver, a ver, ya no discutan tanto. El cine mexicano no existe. Punto y se acabó. Ninguna película mexicana figura en las historias del cine.

-Eso es una mentira flagrante. Es de un cinismo intelectual imperdonable decir una cosa así. El cine mexicano no existe, pero existió, y fue grande...

-No le eche tanta crema a sus tacos, compa, qué es eso de que fue grande... El cine mexicano existe, el otro día vimos esta película de los Nobles...

(Rechifla generalizada, desaprobación, muecas de hartazgo, trompetillas)

-Si eso es cine, y mexicano, entonces ya no entiendo nada... Me declaro un neofito en materia cinematográfica.

-En esta casa todo mundo se cree con derecho a hablar de cine, pero de villamelones no pasan.- Socorro recibió a las visitas con una sonrisa perdida entre las arrugas de sus labios. ¡Qué acabada está mi comadre!, decían las señoras, ¡Sigue guapa doña Socorrito!, pensó algún pervertido.

-No me hago a la idea de que ayer enterramos a Juanito. ¿Te acuerdas de la última vez que vino a vernos? Pobrecito, los chamacos le hicieron pasar un coraje... Todo por el dichoso cine mexicano, que si existe, que si no existe, que si nunca existió. 

La existencia del cine mexicano se ponía en duda con mucha frecuencia en esa casa. El cine mexicano era un mito, se discutía más su existencia que la de Dios o la del abominable hombre de las nieves. Juanito, en ese sentido, era un fiel creyente en la filmografía mexicana, con él moría la memoria de un cine mexicano que todos los días pasaban por cablevisión, pero que ya nadie veía, o veía a ratos, en fragmentos, entre comerciales de un programa y otro. Juanito Chargoy había ido al cine a ver todas esas películas. Desde que era niño le gustaba ver películas mexicanas tanto como las gringas. Era una afición, un vicio, su placer culpable. Incluso cuando el cine nacional comenzó a ver horas bajas, Juanito siguió siendo un fiel devoto de las cintas nacionales, pero toda devoción tiene su límite. El cine mexicano comenzó a perderlo en los sesenta, cuando las películas se trataban de ensalzar a la juventud para luego regañarla, cuando las compañías cinematográficas contrataban escritores en onda para intentar legitimar a sus estrellas frente a los intelectuales y el público que le exigían la modernidad que todavía no podía darles. Su ruptura definitiva sobrevino con el estreno de Mecánica Nacional. No, compadre, aquello ya no era cine mexicano. Doña Sara García diciendo peladeces, hablando como carretonero. De veras que estos cabrones no tienen madre.

Juanito Chargoy no volvería al cine. Adquiriría la costumbre de ver películas en televisión. Las películas de su juventud, aquellas que había visto de niño una y otra vez, y que le traían recuerdos más allá de la pantalla. Cada película escondía una anécdota, real o condimentada por la memoria, donde Juanito Chargoy y su compadre eran los protagonistas. 

-A ver, compadre. Voy a poner a prueba su memoria. ¿Qué película mexicana daban en el cine Encanto el día que te robaste a mi comadre Socorro?



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