María Luisa Bombal (ahora que usted va a morir)

No es aventura ni capricho...

Quién sabe qué tenía mi café con leche de esta mañana, pero Clementina lucía encantadora. El solo hecho de mirarla me puso de buen humor. Sus ojitos hinchados eran el presagio de un día lleno de emociones. Estaba seguro de que guardaba un secreto, algo que me concernía solamente a mí, pero que no quería revelarme, o al menos no de golpe; presentía que estaba buscando un momento especial; Clementina quería que la revelación se me grabara en la memoria, que fuera significativo. Después de hacerme pagar derecho de piso durante un año, seguramente el editor de Mondadori quería verme en su oficina, hablar de la novela, firmar el ansiado contrato con una editora internacional...

-Lisandro se va a quedar unos días con nosotros. Hubo una fuga de gas en su departamento, al parecer el temblor dejó resentido el edificio donde vive...

-¿Que no es nuevo?

-Con lo que le salen a uno, ¿no? Van a demandar a la inmobiliaria, a la constructora... Creo que piensan demandar a medio México.

-No es que me incomode pero... ¿por qué no se queda con su papi?

-Su papi no está en México.

-¿No tiene llaves de su departamento?

-Una chica está viviendo ahí.

-¿Excuse me?

-¿Verdad? Nadie lo vio venir. Resulta que mi ex marido recoge huerfanitas en la calle.

-¡Vaya una huerfanita!... ¿Por qué no se queda con ella? Pueden compartir... llevarse como hermanos.

-¿Te molesta que venga? No me hagas esto, Aldo. Me pones en un dilema... Tendrás que irte de la casa por unos días...

-Pero si estoy encantado con la visita... Lisandro... ¿Por qué le pusiste Lisandro?

-A su padre le sonaba bonito...

-¿Y él manda? ¿Desde cuándo los hombres mandan en esas cosas?

No ha pasado ni una semana y ya no me queda nada de la dichosa prima vacacional. ¿Por qué faltan todavía quince días para la quincena? Este tren de gastos va a llevarme a la quiebra. Con gusto me largaría a un hotel mientras Lisandro bebe de las ubres de su madre. Su presencia en la casa me relegará al papel de la sirvienta o el ama de llaves. Clementina querrá pasar tiempo con su hijito consentido mientras a mí me lleva el diablo. ¡Carajo! Debí pedirle dinero antes de salirme de la casa. Seguramente cuando regrese, Lisandro y su locioncita francesa estarán ocupando mi lugar. ¡Maldita manía de reproducirse! ¿No puede el mundo entero dedicarse solamente al sexo recreativo? ¿Es forzoso parir para poder decir que has vivido?

Ya no me gusta el café que hacen en esta pinche cafetería rascuache. Desde que despidieron a la empleada guapa se ha perdido la magia. Lo peor es que no me dieron tiempo para hacer un movimiento. Ni siquiera le pedí su teléfono. Era demasiado pronto para lanzarme así. Con las mujeres pobres uno debe andarse con cautela. Esta mujer era sumisa, se veía a las claras. Tal vez eso sea lo que necesito en este momento: una mujer que cumpla mis deseos sin el menor asomo de remilgo. Sucede que me cansé de ser el juguete de Clementina. Pero hay que mantener la calma, todavía no puedo dar el grito de independencia y dejar a mi tutora con un palmo de narices. Dónde quedó mi promesa de empezar a guardar dinero en una cuenta de ahorros. La vida pasa tan sin sentir que ya ni siquiera tengo un centavo para empezar a ahorrar. Bien me lo decía mi abuela... pero ya para qué pensar en eso... Es tiempo perdido. No tengo ni en que caerme muerto y se acabó. Tampoco es tan grave... Ceniza volcánica... La esperanza es lo último que muere. Con suerte y el Popo me saca de todas de mis deudas.

-¿Cómo lo ves? Es un sinvergüenza y un malagradecido...

-Malagradecido es poco, es un cabrón. Ojalá que lo meta preso.

-No tiene ni cómo. Te digo que ella le firmaba todo.

-Es que déjame decirte, aquí entre nos, ella también qué estúpida. Mira que dejarse engañar así.

-Estaba enamorada...

-¡Ay, María Luisa, no me vengas con eso! Una no se puede andar enamorando a nuestra edad. ¡Es ridículo!

-Pues ya ves, Gina. ¡Hay mujeres que no entienden!

-¿Les molesta si las acompaño? Es que todas las mesas están ocupadas.

-¿Perdone? En la terraza hay muchas mesas.

-Sí, pero ¿no se han enterado? Está cayendo ceniza del Popo. Uno no puede exponerse al aire libre... Sería cosa de un momento...

-De ninguna manera, joven. Estamos conversando un asunto muy privado. Le ruego que no nos moleste más, por favor... Señorita, ¿puede venir un momento?...

-Lamento importunarlas pero no me queda más remedio que insistir.

-¡Óigame, no se siente! ¡Pero qué descaro! ¡Habrase visto un insolente!... Señorita, llame a seguridad, por favor. Este hombre nos está molestando...

-¡Ay, amiga, no seas exagerada!... No le haga caso, señorita, no le haga caso. Disculpe las molestias, pero ya puede retirarse.

-¿Está usted segura, señora?

-¡Segurísima!

-¿Les puedo ofrecer algo más?

-¿Qué quiere tomar, joven? ¿Una cerveza?

-No, ¿cómo cree? Yo no consumo bebidas alcohólicas. Me caería muy bien una limonadita. Digo, en lo que espero a mi cliente.

-Una limonadita, si me hace usted el favor, señorita. Muchas gracias.

-¿De qué se trata esto, María Luisa?

-Yo sé mi cuento. Tú sígueme la corriente... ¿Su cliente dijo usted?

-Aldo Pereira. Un placer. Esta ciudad parece un lugar civilizado pero sólo lo es verdaderamente cuando uno se encuentra con mujeres como ustedes. De mente abierta, simpáticas, que no se niegan por sistema a platicar con extraños.

-María Luisa Bonilla, servidora.

-Georgina Montessori. Nada que ver con la escuela. Mucho gusto.

-¿Podemos saber a qué se dedica un muchacho tan guapo como usted?

-¡Ay, señora! ¡Favor que usted me hace! Pero no, ni soy guapo, y no, ni soy empresario. Soy un humilde corrector de estilo.

-¡Ah, o sea que es usted escritor! ¡Qué interesante!

-Le agradezco el cumplido, señora, pero no, todavía no diría que soy escritor, y en el remoto caso de que lo fuera, no tiene nada de interesante encontrarse a un escritor en el Samborns de San Ángel. Yo diría que hasta es un lugar común... una vulgaridad, para hablar en términos más coloquiales.

-Bueno, eso no es muy amable de su parte, considerando que aquí mi amiga es escritora.

-Ay, no ¿cómo crees? ¡Georgina, no digas eso!

-No te pongas roja. Ni que hubiera revelado una intimidad... Es escritora, y de las buenas, ¿eh? No crea que es de esas que escriben sobre las infidelidades del marido ni nada de eso. No escribe literatura femenina. Es una escritora de verdad.

-¡No le haga caso, joven! No sabe lo que está diciendo... Yo... no paso de ser una simple aficionada.

-María Luisa Bombal

-Bonilla

-El joven tiene razón. Deberías cambiarte el nombre. ¿Por qué no firmas con seudónimo?

-María Luisa Bombal

-Bonilla. Mi nombre es María Luisa Bonilla y así se quedará. Además María Luisa Bombal ya existe.

-Tal vez, pero estoy seguro de que no tenía unas manos tan bonitas. ¿Me permite? ¡Hmmm, delicioso aroma! ¿Qué crema usa? No la conozco. Y mire que soy experto en cremas teatricales.

-No diga eso. ¡Si me pongo pura pomada de la campana!

-No puede ser. ¿Es la nueva presentación?

-Es posible. No me he fijado, la verdad.

-Es tarde, ¿verdad? Creo que mi cliente ya no llegó.

-¡Qué informalidad!

-La verdad no me sorprende. Es una pedagoga. ¿Sabe una cosa? Me gustaría leer algo suyo alguna vez. Georgina consiguió picarme la curiosidad. ¿Qué es eso de que usted no escribe literatura femenina? ¡Eso lo tengo que leer! ¿Qué escribe? ¿Novela? Por supuesto, los novelistas nos reconocemos enseguida. ¿Ha asistido a algún taller?

-Pues...

-María Luisa da un taller de creación literaria en el Centro Cultural San Ángel.

-¿No me lo diga?

-Es una cosita muy modesta, una cosita de nada...

-Nada de eso, María Luisa. ¿Todavía puedo inscribirme?

-¿Inscribirse? No entiendo

-A su taller...

-¡Ah, el taller... claro, por supuesto, digo... si usted quiere...!

-¿A qué hora es?

-Eh... este...

-Miércoles a las 6:00 pm

-Gracias. Georgina, María Luisa, ha sido un placer conocerlas. ¡Son ustedes encantadoras!

-¿Ya se va?

-Tutéame, por favor. Desgraciadamente tengo un... compromiso adquirido con anterioridad... pero, si me lo permiten, nos veremos el miércoles a las seis. De ahora en adelante no pienso perderme una sola sesión del taller de mi amiga María Luisa Bombal.

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