El pájaro

Barcelona: capital mundial del sexo sin amor.
Los héores recorren las ramblas sin encontrar al amor de su vida, sin haber desentrañado aún el sentido de su existencia. Tres piezas fundamentales de la narrativa contemporánea se han inspirado en la vieja ciudad condal. Como si los catalanes no se dieran ya suficiente importancia, la literatura se ha servido de Enrique Serna, Alejandro González Iñarritu y Woody Allen para perpetuar en la memoria colectiva al ya de por sí inmortalizado señorío de Lionel Messi y compañía. Barcelona seduce a los perversos y finge entregarse a los incautos.
La primera historia proviene de la estirpe de los amores contrariados y se engarza perfectamente con la segunda; la tercera es una tragedia monumental, contiene uno de los momentos más sorpredentes de la historia del cine.
Vicky Cristina Barcelona cuenta un menage a trois formidable entre una pareja de gachupines y una musa gringa de proporciones sacrílegas. La sangre erguida entrelaza las historias de un mecánico sudaca, un ninfómano argentino y un catalá dispuesto a matar por conseguir una erección satisfactoria. En una entrevista ya se ha acuñado el término viagrafía para la truculenta vida de Fernán Miralles, el catalá sin erección. Biutiful persigue a un héroe insólito, Uxbal, por los barrios miserables del Futbol Club Barcelona, el héore in extremis, al borde de la eliminación.
Tres historias para una misma ciudad. Messi, Xavi, Iniesta. Vicky Cristina Barcelona. Ferrán, Bulmaro, Kerlow. Uxbal, los chinos, los senegaleses. Trinidades para la posteridad. Tríos que presagian la independencia de Cataluña como una maldición: aves de mal agüero.
Las ciudades nos pertenecen en la medida en que las habitamos, las historias también. Barcelona es el destino al que cualquiera aspiraría si se dedicara al futbol, la literatura o el cine. La meca de la nueva epopeya del hombre. El origen del mundo nuevo. Barcelona y la ciudad de México comparten más de un destino. La dominación española ha marcado ambos territorios de manera definitoria, aunque en Cataluña finjan hablar otro idioma. Mientras el colisionador de adrones sigue jugando a la ruleta rusa con el planeta, la literatura sigue planteándose la vida en términos sexuales. El falo se adueña de la casa como en una violación consentida a regañadientes. El amor ha enmudecido para dar paso a la eyaculación precoz, a la erección de un dios nunca mejor diseñado para tal empresa. No sé qué tanto los dioses todos no sean más que símbolos fálicos. Métaforas del palo encebado al que se le reza con fervor. El falo protagoniza todas las historias catalanas. Habla, sangra, se mete donde no lo llaman. Los avatares del pájaro corren peligrosas y sangrientas aventuras, se convierten en pistolas (métaforas bastante obvias), macanas y demás instrumentos punzocortantes; son estrellas de cine, pacientes en agonía terminal, dictadorzuelos parlanchines, juguetes desobedientes, hechiceros de alta escuela, doctorados en seducir gringas. Las mil caras del chóstomo se apoderan de la narración con la misma velocidad con la que los chinos se adueñan del mundo.
Tres caras tiene el destino: las tres son el rostro demacrado de un mundo con disfunción eréctil. Si los juegos olímpicos representaron la entrada de España al primer mundo (una flecha encendida, lanzada hacia un hermoso pevetero), el tríptico de la ñonga articulado en los últimos años puede significar el umbral hacia el reino de la falocracia donde sólo los hombres con suficiente densidad muscular podrán ejercer algún tipo de autoridad. La violencia de los soldados fundamentalistas, los narcotraficantes y hasta de algunos obradoristas proviene de su natural propensión a endiosar el palo. Los chingones de todas partes se enorgullecen de su virilidad cuando empuñan la metralla o el machete sin recordar la existencia de la emasculación. Cuando la suciedad contemporánea se harte de penetrar a la vida cotidiana con el gonorreico miembro de la indolencia, seguramente será innecesario seguir el noble ejemplo de un poeta como Jorge Cuesta.

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