El milagro de la memoria

En la literatura mexicana, los escritores secuestraron a los héroes y los encerraron en unas mazmorras de la colonia Roma: el terremoto se los tragó para siempre.
El testigo es un escritor, aunque, siendo estrictos, se trata más bien de un académico, "un oscuro especialista" en Ramón López Velarde. A tientas, desde las galeras de la poesía moderna, el narrador regresa al sabor de la tierra para recuperar la historia de un amor traicionado por la memoria.
El testigo emprende un viaje apocalíptico a territorio cristero en donde se topa con los nuevos dueños de la comarca: el narcotráfico ha colmado el pueblo de sus recuerdos, pero nadie se dará por enterado hasta que salga en la televisión y la civilización del espectáculo se declare auspiciada por el crimen organizado.
Enamorada de sus ancestros, la novela se confiesa tradicional, casi realista; sin embargo, la materia "cristera" se resiste a las simplificaciones del realismo: cuando latinoamérica quiere imponer su rúbrica, Villoro convierte el realismo mágico en nostalgia: los milagros de López Velarde no obedecen a los postulados del realismo mágico, ni al dogma de lo real maravilloso; los milagros del poeta habitan la memoria secreta de los hombres.
Juan Villoro reinaugura la nostalgia en una literatura fascinada por el instante, dedicada casi exclusivamente a desenterrar a la patria. Esto no es una paradoja, la pulsión historicista de las letras mexicanas padece un severo enfisema coyuntural. La historia es una máscara para no estallar contra el patrón, ni parecer absurdamente viscerales.
Villoro se atreve a testificar contra la realidad mexicana contemporánea en defensa de su tradición literaria, el único rincón donde todavía respira el milagro de la memoria.

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