El basurero de la Historia

Las siguientes parrafadas forman parte del diario de un perturbado mental. No se juzguen por su forma ni por su fondo, sino como rastrojos de una experiencia carcomida por la incertidumbre.

Querido Pompis:

Sigo sin recibir noticias tuyas. Sinceramente espero que no hayas muerto todavía. De ser así, te suplico que no me lo hagas saber. No quiero ningún tipo de trato con fantasmas. Las aguas de la primavera rocían con su inocencia las cenizas volcánicas. Las avecillas han perdido la voz debido a la contaminación. Algunas han caído muertas a los pies del nuevo palacio de los senadores de la República. Los noticiarios han ignorado el hecho, demasiado distraídos con las declaraciones de los candidatos a la presidencia. El sistema parlamentario es una urgencia nacional.
Manuel Payno padecía la misma zozobra que reina en nuestra generación, pero la suya había luchado en los campos de batalla. No sé qué tan amargo le era el cáliz de haber luchado para la fortuna de los liberales, es decir, para el bien de Porfirio Díaz.
Los bandidos de Río Frío es una especie de examen de la sociedad mexicana hacia la mitad del siglo XIX. Sus personajes centrales son hombres pragmáticos, orgánicos, sin asomo de ideales. En ese sentido, no son héroes. El más importante de todos ellos es Relumbrón, pero curiosamente no aparece sino hasta la segunda parte del libro. Relumbrón es un coronel del ejército, jefe del estado mayor de la República. Sus características principales son la ostentación y el gusto por el juego. Sin embargo, se trata de un vicioso capaz de ordeñar su vicio. Relumbrón se sirve del poder hasta las últimas consecuencias. Su poder es tanto que lo vuelve soberbio. Relumbrón sabe que la moral convencional no puede tocarlo. Ha renunciado a la tranquilidad del hombre simple. Goza de una impunidad hereditaria. Es uno de los primeros delincuentes de cuello almidonado de que se tenga registro en la literatura nacional. Atenido a esa impunidad ancestral, se hace de las vidas y haciendas de las principales familias de México. Es la mano detrás de una de las casas de juego más importantes de la época. En un viejo molino ha instalado una casa de moneda falsa. Su padre adoptivo es uno de los plateros más conocidos de la capital. Es dueño de todas las coartadas. Ha comprado el alma de los otros dos personajes principales de la novela. Evaristo, el Tornero, y el licenciado Crisanto Lamparilla.
Evaristo es la cepa maligna en el tejido social, un criminal creado por el alcohol y el resentimiento. Todavía recuerdo la escena cumbre en la que Evaristo trata de venderle una de sus artesanías a un desagradable burgués. Son el desprecio y la prepotencia de los aristócratas mexicanos los que despiertan a la bestia dentro de Evaristo. A partir de ese momento, le importará poco entregarse al crimen. Miento cuando atribuyo al alcohol la conducta criminal de Evaristo. Al contrario, el alcohol mitigaba sus ansias criminales. Es cierto, asesina a su mujer en una borrachera orgiástica, pero ese es sólo el principio de su carrera como delincuente. Evaristo es un criminal en pleno uso de sus facultades mentales. Tiene la sangre fría de los descuartizadores de la hora actual. Es su padre simbólico.
Los bandidos de Río Frío nos conduce al nacimiento de la red de complicidades entre los gobernantes y los asesinos. La red criminal tiene su origen en estos legendarios salteadores de caminos. Es curioso que los funcionarios o los aspirantes hablen de "pactos" con el crimen organizado. Según Payno, el crimen organizado proviene del magín de uno de los principalísimos jefes militares de su tiempo. El ocio y el poder engendran monstruos invencibles. Relumbrón es un hijo mimado de la República. En sus ratos libres elige el camino de la criminalidad. Su defensa es incontrovertible: si el crimen está en el corazón de los hombres, sería un absurdo intentar exterminarlo, equivaldría a exterminar hombres. Relumbrón no llegó al delirio nacionalsocialista. Simplemente se sirvió de la mala entraña de los seres humanos. La tomó bajo su control. Le dio un orden al resentimiento de Evaristo. Burocratizó el odio ancestral de los mexicanos hacia las clases privilegiadas.
Lamparilla es el otro cerebro cooptado por Relumbrón. Es un licenciado, un hombre de leyes, un instrumento del poder para barnizar la injusticia cotidiana con retórica clásica. Lamparilla vive del favor de los poderosos. No es pícaro, pero tampoco es un catrín. Es una especie superior. No vive más al margen de la ley. Ha dejado los márgenes para convivir dentro del ser social como uno de sus miembros distinguidos. Tiene el don de la palabra. La alfabetización es su principal arma. Lamparilla es vivo reflejo de su tiempo, al igual que los otros dos personajes. Pertenecen a una generación de hombres formados al amparo del tirano más vilipendiado por la historia patria. Antonio López de Santa Anna es la vida ejemplar en la que se cifran los destinos de estos personajes. Son acomodaticios. No han sido tocados por los ideales de los restauradores de la República. Pero no cabe la menor duda de que sobrevivirán a todos los tiempos. En el futuro, cuando los hombres quieran saber de sus antepasados, seres como ellos contarán la historia.

Comentarios

Entradas populares