En el ombligo de la Luna...

I

¡Te queremos, Héctor, te queremos! ¡Te queremos, Héctor, te queremos!

¡Se ve, se siente, Guichilobos está presente! ¡Se ve, se siente…

Guichilobos: Compañeros, amigos todos. ¡Este movimiento ya no lo para nadie! Ni siquiera el tal Héctor, al que nos manda Zeus Tirano Tonante Jubiloso. ¿Qué? ¿No tiene, Su Ilustrísima, los huevos suficientes para darnos la cara? Claro que no. Tiene que mandarnos a sus nenas para amedrentarnos. ¡Ya basta, compañeros! Nosotros somos mexicanos y no seguiremos tolerando que nos gobiernen los Olímpicos. Queremos ser libres y soberanos. ¡Fuera Olimpia de Teotihuacan!

Multitud masiva buena y obediente: ¡¡¡Fuera!!!!!!!!!

Guichilobos: ¡Mueran Héctor y su ejército de homosexuales!
MMBO: ¡¡¡¡¡¡Mueran!!!!!!!!!!!!!!!!

Guichilobos: ¡Maricone…

MMBO: ¡Maricones! ¡Maricones!

Multitud masiva no tan buena aunque sí obediente: ¡Putos! ¡Putos! ¡Putos! ¡Putos!

Guichi: ¡Allá en el campo de batalla, vamos a enseñarles lo que es un hombre! ¡Muera el mal gobierno!

Ambas multitudes: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Muera!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Héctor, ataviado con sandalias, peto y taparrabo de cuero, se coloca el casco, marcado con la decimosexta letra del alfabeto latino (la cual ha sido coronada por un laurel) y empuña su lanza en una actitud francamente fanfarrona.
Guichilobos, su contrincante, se truena los dedos de sus ocho manos. Va a pelear a puño limpio porque en México somos hombres y no payasos. Anda desnudo porque México tiene mucho que presumir. (Si tú eres mexicano y se te ha roto un condón, yo sí entiendo por qué)
Ambos elevan sus cosmos a la máxima potencia. Se van a romper la madre, pero como carecemos de presupuesto intelectual para montar el enfrentamiento (y además sería de gueva) obviaremos que ganó Guichilobos.
(Continuará...)

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