Se busca un Jaguar

Esto no es vida. De haber sabido que al largarme de mi casa, en aquellos lejanos principios de siglo, iba a convertirme básicamente en un vagabundo lo habría pensado dos veces antes de hacerlo. Ahora es demasiado tarde para cambiar de opinión. Y de cualquier modo vivir en ese lugar no era concebible antes ni mucho menos lo es ahora. Hace tiempo que no sé nada de ellos. Tampoco me importa. Lo único parecido a un hogar ha sido nuestra covacha de Copilco, pero cuando te casaste con Artemisa te encargaste de arruinarlo para siempre. Nunca te lo reprocharé lo suficiente. Éramos muy felices sin la gorda.
Hoy, todo es distinto. No tengo casa y he vivido los últimos meses en el cuarto de azotea de una querida amiga que está fincando. Los mejores años de mi vida se consumen en la espera inútil de una llamada que nunca llega. Sé que ninguna de la dos me pedirá perdón. No se rebajarán a suplicarme que vuelva a sus casas. He perdido las esperanzas. Tengo que buscar un nuevo hogar, un hogar limpio, donde no haya hijos incómodos ni nietos posesivos, el confortable hogar de una doctora en historia viuda y sin descendencia.
Mientras eso pasa me he visto obligado a caminar por las calles. Sé que volverán a negarme la beca del Fonca y no los culpo. Hace años que no escribo nada que valga la pena. Ingenuamente creí que el amor me abastecería de material para escribir docenas de novelas y sin embargo estoy más seco que nunca en cuanto a inspiración creadora. Soy incapaz de sentarme a trabajar seriamente desde hace dos años y medio. La última vez que escribí algo de verdad estaba investigando la vida de una escritora de telenovelas. Ahora ya ni a eso aspiro. Mi ruptura con Clementina me ha cerrado todas las puertas del éxito. No como ni duermo pensando en mi negro porvenir. El otro día se me acercó un señor avieso en un Pontiac y me vi tentado a ceder a sus escarceos; sin embargo, algo me dice que es mejor esperar a que me aborde un Jaguar del año.
Qué hubiera dado yo por ser hermoso y seducir incautas con dinero pero no pude. Tan solo logré enamoriscar a dos buenas para nada que cuentan los billetes como los chiles. Esto, definitivamente, ya no es vida. He pensando seriamente en suicidarme pero qué ganaría el mundo con mi deceso. No he escrito una sola obra maestra. Un autor de mi talla no puede dejar este mundo sin haber escrito cuando menos una página legible. Pero es por demás. A veces pienso que sería mejor dedicarme a otra cosa. El mundo da vueltas y vueltas dentro de mi cabeza. Llego a mi humilde catre con la tibia esperanza de despertar en un lugar distinto. Pero ya ni en sueños me tiro a las mujeres que me gustan. Antes soñaba con Nubia y sus sábanas color turquesa. Ahora ni a pesadillas llego. No me alcanza ni para eso. He perdido el derecho hasta de soñar. Soy un muerto de hambre que vive de la caridad de una prostituta barata. Qué tengo que hacer para cambiar de vida. Cuál será la peripecia que le de un vuelco a mi amargo destino.

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