La perla del caribe

I


El otro día en el mercado de Portales me encontré a doña Socorro, mi ex suegra. Estaba en uno de los puestos manoseando la verdura y no se dio por enterada de que yo andaba por ahí. Tal vez era lo mejor no saber nada de Guadalupe. En realidad, su vida siempre me había sido intramuscular. Pero cuando me disponía a seguir mi camino, ella me detuvo con el brazo.
-¿A dónde crees que vas? ¿No vas a saludarme?
-¡Cómo no, doña Socorro! ¿Cómo está usted? Lo que pasa es que me da un poco de pena.
-Pena, ¿por qué?
-Bueno, usted sabe, como su hija y yo nos separamos... bueno, más bien, como yo la dejé como si fuera una bolsa de tortillas duras...
-¿Quién se acuerda de eso? Guadalupe ya está metida en otras cosas. Hasta piensa en cambiar de religión, ¿tú crees?
-¿Quién lo hubiera creído?
-Ya ves que estaban en el coro de la iglesia, pero Guadalupe se empezó a juntar con personas de su trabajo y ahora resulta que quiere entrar en la cienciología.
-¡No me diga!
-Sí. Aquí entre nos, estoy un poco preocupada por ella. Ya ves lo que dicen de esos cienciolocos...
-Claro, tiene usted razón... pero mientras ella sea feliz...
-Lo mismo dijimos cuando andaba contigo... Mientras ella sea feliz. Y ya ves como acabó todo.
-Así es la vida, ¿no?
-Desgraciadamente así es. Pero cuéntame, ¿cómo estás tú? ¡A qué te dedicas? ¿Ya terminaste tu libro?
-¿Cuál libro? Ah, ese libro. No, todavía no. De hecho lo tengo bastante abandonado.
-¡Qué lástima! Y eso por qué.
-No lo sé. Tal vez me dedique a otras cosas más lucrativas como el comercio o... por qué no, tal vez invente una religión...
-Eso sería bueno. No lo eches en saco roto, Aldo. Tienes que hacer algo con tu vida.
-Es más fácil decirlo que hacerlo...
-No, no te creas. A veces uno mismo se pone trabas en el camino. Deberías tener un buen trabajo, una familia, hijos...
-¿En serio?
-¿Por qué no? Hay un momento en la vida de todo hombre... ¿Supiste que asaltaron a Tongolele?
-Sí, ¡qué gente!
-Dicen que le robaron hasta los calzones...
-¡Gente enferma! ¡Muy enferma!
-¡Ay, sí, hijo! ¡Qué mundo este en que vivimos! Pero fíjate que a raíz de eso... No sé si sepas pero tengo una amiguita desde hace mucho. Ella fue actriz, ¿sabes?
-Ah, sí. Perla...
-Exactamente. ¿La has visto en las películas?
-Sí, he visto algunas. No me diga que a ella también la asaltaron.
-Ni Dios lo mande, pero por si las moscas anda buscando gente de seguridad. Lo que pasa es que no confía en las compañías establecidas porque dice que ha habido casos en que son esas mismas personas las que terminan vaciando las casas. ¡Horrible! El chiste es que anda buscando un chofer... Ella siempre ha manejado su automóvil pero ahora tiene miedo. Ya no quiere andar sola por las calles. Esta ciudad se ha vuelto muy peligrosa.
-Esta ciudad se volvió peligrosa hace cincuenta años...
-No como ahora. Antes era otra cosa. Una podía caminar por las calles hasta altas horas de la noche y ni quien te dijera nada...
-¿Entonces me vio cara de chofer?
-Es un buen trabajo. Tienes altura... Tal vez necesites embarnecer un poquito pero... ¿por qué no te das una vuelta? Ninguno de mis hijos quiere ir. Les digo que es un buen sueldo. A nadie le viene mal el dinerito. Pero ellos insisten en que no quieren estar a las órdenes de una ruca. Ya sabes como son los hombres.
-Claro. Pero, qué cree, doña Socorrito, que yo no sé manejar.
-Ay, eso es lo de menos. Con ella aprendes. Maneja muy bien. Un día nos fuimos juntas hasta Cuernavaca. Ida y vuelta. 
-¿Y entonces para qué necesita un chofer?
-Porque le da miedo andar sola, ya te dije. Uno nunca sabe lo que puede pasar a estas alturas. No lo dejes para después. Ve ahora mismo. Es más. Vamos a la casa y te doy la dirección.
-Y si Guadalupe aparece por ahí...
-No, ella no viene los jueves. Ándale, vamos. No seas tonto. No puedes andar sin dinero en la bolsa.

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