En tu trágico sino, cuál será mi destino

Ya comenzó la Liga. El Atlante empata a uno con los estudiantes de la autónoma de Guadalajara. Sigo siendo feliz, gracias a una especie de compulsión editorial, pero el no break no deja de gemir como una rata ponzoñosa en espera de la muerte. Sin asomo de rubores, puedo presumir que he estado conversando alegremente con Villoro. El año nuevo nos encontró descifrando el paisaje de algunos ilustrados.
El 31 de diciembre volví a sentirme humillado. Todavía no me hacía digestión el guajolote cuando la sonrisa sardónica de un par de marranos me derramó la bilis para siempre. Luisito se estaba comiendo el mantel de Nochebuenas. Debo admitir que la voz que dio la noticia no corresponde a un catedrático de la universidad. El maldito cobre. Petunia, incrédula, se llevó la diestra a la frente.
No sé qué me depara el destino. El 10 es un número emblemático. Lo espero desde hace dos años sumido en una especie de letargo, muy parecido a uno que sufrí cuando dejaba la adolescencia biológica. La redacción de una tesis de licenciatura implica un recogimiento aparentemente acorde con mis humores. Celibato, soledad, desempleo. Sin embargo, las musas ignoraban que los eremitas de mi rango se encierran a escuchar la radio. Con el mundo dando voces en mi cabeza, no es posible concentración alguna. La radio se inventó para sustituir a las personas. La radio reduce a los seres humanos a una dimensión casi soportable: la voz. Sigo esperando que las ménades me transporten al paraíso de la titulación. Sólo ellas pueden hacer callar a las Sirenas radiofónicas.
Otra enemiga constante de la escritura es la red. Más allá de la pornografía que asesina neuronas y voluntades, el siglo desangrándose en pantalla provoca tentadoras curiosidades. No, no me he convertido en un internauta de la mesa redonda. Más bien, estoy cerca de un infarto al miocardio. O eso cree el médico hipocondriaco que no vive en mi cabeza. En todo caso, alcanzo a percibir que sólo mi regreso a una rutina escolar (al menos en apariencia) podrá liberarme del banquete de las hienas. Espero.

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